SANTO DOMINGO.– Ruth Leonor Santana tiene 13 años. Desde el pasado viernes, nadie sabe dónde está. Su madre, Laritza Santana García, vive días de angustia y noches sin sueño. La última vez que supieron de la adolescente, presuntamente había salido sin autorización del centro donde estaba ingresada para recibir apoyo por problemas de conducta. Desde entonces, el silencio.
Laritza no recibió la noticia de inmediato. “Me llamaron el lunes a las 11 de la mañana para decirme que mi hija estaba desaparecida desde el viernes”, contó, con la voz entrecortada, en una entrevista concedida a Noticias SIN. Desde entonces, ha tocado puertas, ha hecho preguntas, pero solo ha encontrado respuestas vagas y contradicciones.

Ruth estaba bajo cuidado institucional desde hacía aproximadamente un mes, después de que ambas acudieran voluntariamente a la Fiscalía de Santo Domingo Oeste. Laritza, como tantas madres solas, buscó ayuda para su hija. “Yo misma no la puedo manejar”, confesó, sin vergüenza, solo con dolor. Esperaba contención. Recibió abandono.
La menor, según el testimonio de su madre, no salió sola. Otra adolescente también habría salido del centro junto a ella. “¿Y la protección dónde está? ¿No se supone que ese lugar era para cuidarla?”, se pregunta Laritza, con rabia contenida. Además, revela que durante el tiempo que su hija permaneció ingresada, no pudo hablar con ella. Ni siquiera sabía con certeza en qué centro la habían colocado.

La fotografía de Ruth Leonor, difundida por su familia, muestra a una niña con mirada serena. Es la imagen que hoy se comparte con la esperanza de que alguien la haya visto, de que alguien pueda devolverla a casa.
¿Dónde estaba Ruth realmente?
Desde el Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI) confirmaron que la menor no se encontraba en una de sus casas de acogida oficiales, sino en un centro manejado por una Asociación Sin Fines de Lucro (ASFL). Es decir, un lugar privado bajo convenio.
Aunque no ofrecieron su identidad por razones de protección, sí informaron que sus unidades especializadas están investigando un caso con características similares. Pero para Laritza, el tiempo pasa lento y peligroso. No hay margen para la burocracia.
Una madre sola, una niña vulnerable, un sistema que falla.
Ruth no es solo un nombre. Es una niña que necesita ser encontrada. Y su historia es también la de muchas otras familias que claman por atención real y acompañamiento. Mientras tanto, su madre insiste, con la fuerza de quien ama sin condiciones: “Yo solo quiero que mi hija aparezca. Solo eso”.
