Lo que debía ser un momento de alegría terminó transformándose en una herida profunda para toda una familia. Edwin Alcides Acosta, de 30 años, e Isamar Stefany Soriano, de 27, asistieron el pasado 7 de abril al centro de entretenimiento Jet Set, en Santo Domingo. Iban a disfrutar de un concierto de su artista favorito, Rubby Pérez.
Eran una pareja unida desde la adolescencia, con dos hijos pequeños: uno de nueve años y otro de cinco. Lo que no imaginaron aquella noche fue que sería la última que compartirían juntos. Desde entonces, sus hijos enfrentan la dura realidad de crecer sin sus padres.

Una familia construida con amor y esfuerzo
Edwin e Isamar vivían para su familia. Eran conocidos por su espíritu emprendedor y su dedicación constante. Siempre buscaban lo mejor para sus hijos. Querían verlos estudiar, crecer y alcanzar sus sueños.
Lamentablemente, esa ilusión se interrumpió de forma abrupta. La pérdida no solo destruyó sus planes, sino que también dejó un vacío enorme en su entorno más cercano.

Recuerdos que aún iluminan
Quienes los conocieron hablan de ellos con admiración y cariño. Edwin era alegre, entusiasta y tenía una sonrisa que contagiaba a todos. Isamar, por su parte, era dulce, sensible y siempre estaba dispuesta a cuidar de los suyos. Se complementaban de forma natural y su amor era visible para cualquiera.
Sus familiares aún no logran asimilar la pérdida. Dicen que eran personas nobles, sin resentimientos, centradas en la paz de su hogar. Su ausencia ha cambiado por completo la rutina de quienes quedaron atrás.

El legado que vive en sus hijos
Aunque ya no estén físicamente, la historia de Edwin e Isamar sigue viva. Sus hijos, ahora guiados por familiares, representan el legado más puro de ese amor que construyeron con tanto esfuerzo.
Los recuerdos, las enseñanzas y los momentos compartidos mantienen encendida la llama de lo que fue una vida en pareja marcada por la entrega, la ternura y la esperanza.
