PETOA, SANTA BÁRBARA.– José Emilio Hernández Borjas salió de Honduras con una maleta cargada de sueños. Como tantos otros, buscaba una oportunidad. Quería trabajar, enviar dinero a casa y construir un futuro mejor para su familia.
Pero el pasado lunes, su camino se truncó de forma dolorosa: murió en un accidente de tránsito cuando iba rumbo a su trabajo en Estados Unidos.
José Emilio no iba solo. Tres personas lo acompañaban aquella mañana. Todos resultaron heridos y permanecen en estado delicado en un hospital, mientras sus familias luchan entre el miedo y la incertidumbre.
La noticia cayó como un rayo en San Antonio de Majada, su comunidad natal en el municipio de Petoa. Allí, sus padres y hermanos recibieron la peor llamada.
No hubo tiempo para despedidas, solo el peso del silencio, el llanto contenido y la urgencia de traerlo de vuelta.
“Mi hijo se fue a trabajar, no a morir en una carretera. Solo queremos tenerlo en casa, darle su lugar, orar por él y sepultarlo aquí, donde nació”, dijo entre lágrimas su madre, quien ha pedido ayuda al Gobierno de Honduras y al cónsul en la región para gestionar la repatriación de su cuerpo.
La familia de José Emilio no pide lujos, solo dignidad. Quiere velarlo entre los suyos, en el mismo lugar donde corrió de niño, donde dejó abrazos pendientes y donde todavía lo esperan.
En medio del dolor, su historia recuerda la de miles de migrantes que cada día arriesgan todo por un sueño. José Emilio era uno de ellos. Y aunque su viaje terminó antes de tiempo, su ejemplo sigue vivo en los corazones de quienes lo amaron.
