«¡La maté, la maté!». Y se lanzaba una carcajada. Como las hienas. «¡La maté a la maldita», y volvía a reírse. El asesino y su víctima, Ericka Judith Mayorga Martínez, de 34 años, estaban en la capilla del Hospital Militar. Los soldados del Ejército que custodian el edificio lo habían rodeado pero Geovanny Alexander Fonseca Mendieta, de 41 años, no soltaba el cuchillo. Le había asestado 32 cuchilladas, estaba bañado en sangre y seguía riéndose. Así narran los soldados aquella dantesca escena.
El 21 de agosto pasado, Fonseca llegó al Hospital con el propósito de forzar a Ericka a volver con él. Ella le dijo que no, que ya no lo quería. Como fiera herida en su amor propio de macho embrutecido, se agazapó entre las sombras de los pasillos y esperó cinco horas a que la joven saliera de su oficina. Cuando ella iba caminando, la interceptó y a la fuerza la llevó hasta la capilla. Ella lloraba porque sabía de lo que era capaz aquella bestia. Y entonces la hiena empezó a hundir su cuchillo en el cuerpo de Ericka una y otra y otra y otra vez. Sus alaridos estremecieron las bancas y las imágenes de la capilla, resonaron en los pasillos y habitaciones cercanas, alarmaron a los empleados del Hospital.
Cuando los soldados lograron entrar al lugar, el delincuente estaba sentado en un charco de sangre. Ya Ericka estaba muerta pero Fonseca seguía en su obra macabra. El brazo izquierdo rodeaba el cuello de la joven cuya cabeza ya descansaba sobre su pecho. Y ahora el criminal le hundía el cuchillo en la parte trasera de la cabeza. La soltó y soltó otra carcajada, jactándose de que había conseguido su objetivo: la había asesinado.
Fonseca estuvo preso por agredir a Ekicka, pero la jueza del caso lo puso en libertad por un período de prueba de 8 meses. En ese tiempo el hombre llegaba a vigilarla casi a diario a la parada de buses. Le decía: «prefiero verte muerta que con otro hombre»… «Si no vas a estar conmigo, no vas a estar con nadie». Fueron cinco meses de acoso, hasta que finalmente el delincuente la asesinó. Este jueves, la fiscalía presentó como pruebas los testimonios de quienes presenciaron parte de los hechos, así como los soldados que capturaron a Fonseca y el médico que revisó el cuerpo de Ericka. El juez Roger Sánchez mantuvo la medida de prisión preventiva. El abogado defensor solicitó que el reo sea valorado por un psiquiatra del Instituto de Medicina Legal. Seguramente alegará que el asesino está loco. Los dos hijos de Ericka lloran todos los días porque quieren a su madre.
Por Primerísima Nicaragua.