Palmar Salcedo, Hermanas Mirabal – En las calles polvorientas de este pequeño poblado, el nombre de Sergio, más conocido como “Boca”, todavía resuena entre susurros llenos de incredulidad.
El joven, cuya edad aún no ha sido precisada por las autoridades, perdió la vida tras ser atacado con un arma blanca en circunstancias que aún permanecen envueltas en misterio.
Quienes lo conocían dicen que Sergio era un muchacho callejero en el mejor sentido: de la calle, no por violencia, sino por cercanía.
Siempre presente, siempre visible, siempre saludando. Su apodo, “Boca”, se lo ganó por su personalidad abierta y extrovertida. Hoy, esas mismas bocas están cerradas por el dolor y la sorpresa.
“No era perfecto, pero no merecía esto”, dice una vecina, mirando al suelo donde alguna vez Sergio se sentó a conversar con los niños del barrio. “Él tenía su forma… pero era nuestro”.
Las primeras versiones apuntan a que fue agredido por personas aún no identificadas, y que las heridas causadas por un objeto cortante le arrebataron la vida antes de poder ser auxiliado.
El lugar exacto del crimen no ha sido revelado por las autoridades, quienes han iniciado una investigación formal para dar con los responsables.
La comunidad se encuentra consternada y pide justicia. Vecinos aseguran que el crimen ha sembrado miedo y tensión en la zona.
“Aquí todos nos conocemos. Que alguien lo haya hecho así, tan fríamente, nos duele y también nos asusta”, comenta otro residente, que prefiere no identificarse.
Los investigadores trabajan sin descanso, pero por ahora no hay información oficial sobre los motivos detrás del ataque, ni se han confirmado si Sergio tenía conflictos recientes o amenazas.
La falta de claridad solo aumenta la frustración entre los pobladores.
En medio de esta incertidumbre, se alza un clamor: que no se normalice la violencia, que no se olvide a los que caen sin explicación.
El cuerpo de Sergio fue retirado por las autoridades forenses, mientras familiares y amigos lo lloran en la más absoluta impotencia.
No habrá velorio ruidoso ni multitudinaria despedida. Solo una vela encendida en la esquina donde se le vio por última vez.
El silencio de una comunidad que aún espera respuestas
